por ESPIDO FREIRE
La borrosa fotografía de la boda muestra a un hombre alto, en apariencia más joven que la mujer vestida de negro, con tocado oscuro y gesto serio, que se apoya en su brazo. Sus nombres eran Marcela Gracia y Mario Sánchez. Comenzaba junio de 1901, y en La Coruña la primavera tardaba; los trajes de los contrayentes parecen más adecuados para el invierno gallego, dilatado y lluvioso. El padre Cortiella, que ofició la boda, había bautizado a Mario un par de semanas antes, el tiempo justo para publicar las amonestaciones; se sentía orgulloso de haber convertido a aquel joven de unos 30 años, hijo de un inglés ateo, al que el amor de una señorita de buen nombre, hija de un oficial, había interesado por el catolicismo.
La ceremonia fue rápida, los padrinos dieron fe de su validez, y los novios pasaron la noche de bodas en la pensión Corcubión, de la calle de San Andrés. Mario había confesado al padre Cortiella que había dejado embarazada a Marcela, y que deseaba que el niño naciera decentemente. A partir de ahí, el escándalo. Cuando Marcela regresó a Dumbría, la localidad donde impartía clases, los vecinos reconocieron a su marido: nada de Mario, nada de pasado inglés. El joven era, en realidad, Elisa Sánchez, la maestra de Vimianzo, que cada noche, desde hacía varios años, recorría la docena de kilómetros que las separaba para compartir la casa escuela con Marcela. Las dos maestras, mujeres de carácter, educadas y de buena cuna, eran muy conocidas en la zona, que las había visto compartir hogar sin sospechar nada fuera de una amistad o una conveniencia frente a la soledad.
(...)
Vivían en una tierra de naufragios, de marineros que desaparecían con familias en tierra a sus espaldas y de viajes interminables. Un primo náufrago prestó el nombre y parte de su historia a Elisa. Se cortó el pelo, se agenció ropas de hombre, y pasó a llamarse Mario. Mario surgido del mar, de las catástrofes, nacido de nuevo. Pidió otro certificado de estudios, se aseguró de que la Iglesia, con el bautismo y la comunión, legitimara su existencia.
Sus vecinos, que podían cerrar los ojos ante lo que no conocían, o intuían a medias, no continuaron indiferentes. El matrimonio sin hombre, la perversión de las dos maestras, fue portada de los diarios gallegos, primero, y de los madrileños, después. El castigo fue fulminante: ambas perdieron el trabajo, fueron excomulgadas, y se dictó una orden de busca y captura, que debió encontrarlas primero en Vigo, y luego en Oporto, el último lugar por el que se sabe que pasaron. Allí se embarcaron, posiblemente hacia Argentina, como tantos otros gallegos.
Ayer se celebró el 107 aniversario de boda de estas dos mujeres. Si queréis leer el artículo entero, os dejo el link aquí.
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6 comentarios:
"ante las grandes dificultades se forjan los grandes amores"
una historia preciosa Miti. Gracias por colgarla aquí
otro cuento con final feliz a medias.
Preciosa historia.
Que duro tuvo que ser. a estas mujeres si que habia que santificarlas. que seria de ellas...
Lo triste es que hoy en dia todavia hay mujeres que están viviendo asi, incluso que se estan casando sin que sus familias lo sepan por miedo al rechazo y a que las echen de trabajos. Asi que, por lo menos en España, no es que hayamos avanzado tanto.
sufrieron y lucharon JUNTAS, y huyeron JUNTAS... precioso
Genial Miti...ya me emocionó el resumen que me hiciste leer, pero ya veo que había más de la historia...ais...
fueron felices?
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